En este proyecto han encontrado el mejor antídoto para evitar el estrés y las molestias de una reforma que implique ampliar la casa levantando nuevos muros y techos: incorporar los nuevos espacios de golpe. Y qué mejor modo de hacerlo que reciclando viejos contenedores marítimos, una opción interesante que conjuga arquitectura rápida y economía circular al dar nueva vida a elementos industriales. En medio de la naturaleza, pero a solo quince minutos a pie del centro de la pequeña ciudad de Boulder, en el estado de Colorado, esta casa fue originariamente una cabaña de vacaciones de una sola planta construida a mediados de los años cincuenta. Sus anteriores propietarios –pues la casa se vendió en septiembre de 2020 por unos 2,5 millones de euros– quisieron ampliarla trayendo dos contenedores marítimos de Chicago, con los que se creó un nivel superior. La vivienda cuenta ahora con 870 metros cuadrados de superficie distribuidos en dos niveles más el sótano, e incluye cuatro dormitorios y cuatro baños. La colocación de los contenedores permitió crear espacios en la azotea y balcones para los dormitorios. Para unificar el conjunto, se revistió el exterior con madera recuperada procedente de un antiguo granero de Indiana. El efecto creado es una atractiva combinación de estilo rústico y moderno que encaja a la perfección en el entorno.

El uso de contenedores respondió en parte a las limitaciones impuestas por la normativa de construcción local: aunque la parcela tiene 15,2 metros de ancho, la superficie edificable solo podía ser de un máximo de 6 metros.

La casa goza de espectaculares vistas de las montañas de los alrededores. Se trata de una zona especialmente apta para el senderismo.

Una terraza corrida conecta los dos contenedores en el nivel superior, donde se ubican los dormitorios, cada uno de ellos con su propio acceso al exterior.

En el extremo opuesto a la entrada se ha creado una terraza a cubierto con cocina y barbacoa. El garaje se ubica en una construcción aparte.

En la entrada, destaca la escalera metálica, realizada a partir de una tubería de acero y cuyo diseño evocaba en los antiguos propietarios la imagen del esqueleto de una ballena.

El vestíbulo de acceso comunica con la zona de día en la planta baja, un amplio espacio diáfano que contiene la cocina y el comedor. La mesa de comedor fue realizada a mano por los propietarios con tablas de madera del suelo de una bolera.

Paneles solares, suelo radiante, ventilación natural asistida por ventiladores y aislamiento a base de espuma proyectada procuran una elevada eficiencia energética.

El peculiar interiorismo mezcla sin complejos mobiliario a medida, piezas vintage, cuadros, pósters y otros elementos de diversa procedencia.

El salón se ubica en el sótano, pero goza de abundante luz natural.

Junto a la mesa de comedor hay una pared revestida con pintura de pizarra para que los habitantes la decoren a su gusto.

El soleado dormitorio principal, en el nivel superior, dispone de dos balcones.
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